jueves, 21 de abril de 2011

La utopía nacionalista


¿En América latina se puede hablar de un nacionalismo "genuino"? Si los padres de nuestros habitantes son de una mezcla de naciones de los cuatro puntos cardinales. Si en todos nuestros países sus habitantes tienen diversidad de orígenes. El nacionalismo jamás le podrá decir a todas las personas, ni si quiera a la mayoría, amar la tierra en que nacieron y olvidarse de las naciones de sus padres o de sus abuelos. Puede ser que algunas de las personas no quiera volver sobre su pasado genealógico y solo mirar la tierra en que nacieron, pero bastará que dentro de las demás personas florezca algún cariño, sea por la razón que fuese, por la otra nación de sus padres o abuelos para que ese nacionalismo se bifurque. Eso el nacionalismo nunca lo podrá evitar. En ese instante el nacionalismo que podría tener esa persona se dividirá en dos: en el amor por la tierra en que nació, y el cosquilleo que le producirá la tierra de sus antegenitores. ¿El nacionalismo aceptaría el amor a dos naciones?, ¿O para ellos solo se puede amar al país en que se nació?

Ahora, se puede entender que naciones en las que sus habitantes tengan cuatro o cinco generaciones anteriores a ellos -entiéndase, que sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos, sus tatarabuelos, hasta ahí nomás creo- también hayan nacido en la misma nación de uno, para recién amar a esa nación, y solo a esa, sin miedo a la bifurcación. Ahí recién se puede pensar que el amor del último descendiente es "genuinamente" hacia una sola nación, ósea a la que nació.
¿O cuantas de sus generaciones anteriores a una persona tendrían que haber nacido en la misma nación, de esa persona, para que ame "genuinamente" a la tierra en que nació?

Ese es un factor, ahora surgen otros factores por los cuales el nacionalismo toca techo. Por ejemplo los intereses personales. Cuando las grandes mayorías que conducen a una nación toman decisiones contrarias a las de uno, ahí uno hasta podría odiar a sus connacionales y por lo tanto empezar a odiar también a la nación. Por que en el nacionalismo, antes que el amor hacia bienes materiales y naturales de una nación determinada, es ante todo, amor por sus connacionales y si estos hacen cosas contrarias a las convicciones personales; el nacionalismo empieza a retrotraerse, hasta el punto que en determinados momentos maldecimos a nuestra nación, no por nuestra culpa sino por la culpa de las mayorías connacionales “erróneas”.

Entonces al parecer, el nacionalismo se diluye cuando se mete con los intereses genealógicos y personales de cada uno. Todos, sin excepción, -y no sean hipócritas- Anteponemos nuestros intereses personales, a los más los familiares, a los intereses nacionales. En fin, uno se puede amar a uno mismo, a los más a toda nuestra familia, y a veces ni eso, pero querer intentar amar a toda una nación es pedirle peras al olmo. Y los que dicen que si aman sin condiciones a una nación y por ende a los connacionales, lo dicen de la boca para afuera en discusiones acaloradas o viendo un partido de fútbol de la selección, pero en la práctica el nacionalismo se desvanece cuando se encuentra a solas con el individuo.

Por eso, todavía se puede intentar inculcar el amor incondicional hacia la familia de cada uno, que ya es bastante, pero inculcar el amor a toda una nación es demasiado, en estos tiempos, ya es difícil, sino imposible.